Aviso a los ofendidos:
Han fallecido los acrónimos, seudónimos, sinónimos. Jesús, José, Juan, Ramón, todos fallecieron. Falleció mi querido cerdito, aún tengo su sabor en mi boca. (Jesús se ahorcó al tercer día.)
Miguel murió aplastado, cual cucaracha, por todos aquellos que tenían el derecho de pisar (y quienes no, aún esperamos nuestro turno).
La pequeña mujer con el bebé en brazos, tristemente, desapareció sin dejar rastro alguno.
El ajedrez... feneció, ¡larga vida al rey!
Leda era parte de nuestra imaginación, no llegó a ser pensamiento o realidad.
La gula nunca existió.
Murió el habla, la escritura, la pintura, el arte, el pensamiento (sucumbieron). Daniel fue tan fugaz que no lo vi morir, pero sé que está muerto.
Las damas no llegaron al final, pero me siento orgulloso de ellas. Los flacos con hambre, ¡como los extrañaré!
Malditos los artistas que no innovan, serán los primeros en perecer.
Los que se creen mejor que la masa se consumirán pronto.
Los moribundos te han saludado.
Andrio se murió, eventualmente.
Y usted, señor, ha muerto.
Los que faltaron también fallecieron, pero sin importancia.
Si me sigo sintiendo igual, nunca podrán volver.
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